Páginas

viernes, 27 de septiembre de 2013

Mi Conducta política Luis Ramírez Galuzo 26 de diciembre de 1913

Expuesta á la consideración y al fallo de la opinión del pueblo de La Línea y de las autoridades de mi partido. 

 

Los sucesos políticos que se han determinado en estos últimos días, me obligan á notificar al pueblo de La Línea y al partido conservador la actuación de mis resoluciones en cosa que afecta muy intensamente á la marcha política que en adelante habrá de ser practicada en esta localidad; porque es de interés general que la opinión se de cuenta de todo lo sucedido, juzgando con entera conciencia la historia de mis actos.

La Línea y mi política

Cerca de cuarenta años consecutivos, llevo dirigiendo en La Línea la política conservadora, sin variar jamás mis orientaciones y sin vacilar de mis deberes.

En ese larguísimo período de tiempo, con toda la variedad de los sucesos y de una lucha constantemente renovada, he tenido siempre la inmensa satisfacción de no producir daño á nadie y de poner al servicio de
amigos y enemigos, de propios y extraños, aquellas lícitas facilidades y beneficios que en cada ocasión me demandaron los unos y los otros: y dentro de esta forma de mis procedimientos y de mis convicciones, me ha guiado el supremo afán de servir á mi pueblo antes que á nadie, porque siempre juzgué el riesgo inmenso en que nos encontrábamos.




La Linea sin amparo

Es del dominio público y cosa sabida de todo el vecindario que La Linea desde su segregación é independencia, tuvo una enemiga formidable encaminada á impedir nuestro engrandecimiento y determinadamente dispuesta á destruirnos y á que desapareciéramos para siempre.

Se nos negaron vías de comunicación de todas clases, carreteras, tranvías y ferrocarriles, y se nos cerró la Aduana, apretando dia por día el cerco del asedio.
Aquello era inaudito.

Acudía yo con toda la fuerza de mi voluntad á mis amigos políticos y al Gobierno demandando amparo para La Línea, y fracasaron siempre mis empeños. Los diputados que se iban sucediendo no alcanzaban nada, ó por falta de voluntad ó por la rígida disposición de los Poderes Públicos, tan funestamente apercibidos contra nosotros.

Eramos un caso perdido, y así han transcurrido cerca de cuarenta años.

La obra del Sr. Torres

Toda esta disposición de cosas y de sucesos, toda esta alarma continuada ante lo inestable de nuestro vivir y ante el caso cierto de que ya no había soluciones para nosotros, adquiere de pronto una fase de esperanza. El diputado D. José Luis de Torres últimamente elegido, había empeñado su palabra de caballero, su palabra de honor, de trabajar por nosotros, prometiéndome á mí, como cosa de su empeño, interesarse con todo celo en favor de los intereses de La Línea.

Al poco tiempo de esta promesa, empiezan ya á vislumbrarse las certidumbres dela esperanza y bastan los dos primeros años subsiguientes á las ofertas del Sr. Torres, para que viéramos con asombro la absoluta realidad.
El Diputado lo había conseguido todo. Primero, la carretera á Gibraltar, salvándonos del bochornoso contraste de la comparación que establecían propios y extraños con el camino inglés, en mengua de España.

Después, la carretera al Campamento con su ramal á Puente Mayorga, incorporándonos á la nación.

Después, la habilitación de la Aduana para infinidad de artículos que el Comercio necesitaba, ampliando la expansión de sus operaciones diarias; y tras esto que era lo primordial, fueron apreciándose los inmensos trabajos del diputado, en la reducción del gravamen arancelario de los abonos que los huertanos necesitaban; en la concesión de los paquetes postales que el comercio venía reclamando para facilitar las operaciones mercantiles; en la Escuela de Artes y Oficios, y finalmente, en la ampliación hasta las diez de la noche, de la comunicación con la plaza de Gibraltar, que tantas alabanzas ha arrancado de los trabajadores, de los obreros y de todas las clases sociales á quienes alcanza tan inmenso beneficio.

Aparte de todo esto el diputado gestiona y logra además para La Línea la traída de aguas, cuyos trabajos serán inaugurados en breve; y consigue la formación de una poderosa empresa de tranvías interurbanos que nos pondrán en comunicación con los pueblos de esta región en plazo inmediato.

Nos trae el diputado el teléfono y logra además que el ramo de guerra ceda al pueblo una grandísima área de terreno junto al mar, para destinarla á edificios de cultura.

La gratitud pública

Cuarenta años de abandonos y de desdenes; cuarenta años de sufrimientos y de repulsas, de dudas y de temores, de incertidumbres y de próximas ruinas, los salva el diputado Sr. Torres y los trueca en una inmensa ventura.
La gratitud aparece por todas partes y se extiende y avanza ganando todas las voluntades sin una sola excepción; y es que el diputado ha hecho la conquista del pueblo entero.

¿Cuál era mi deber?

El partido conservador no podía quedar sustraído á esta obra de gigante. El partido conservador, yo el primero, había sido subyugado, ganada nuestra voluntad ante la magnitud del suceso. El partido conservador que tanto ha pedido, que tanto ha luchado porque llegáramos á obtener esas carreteras y esos beneficios, para La Línea, quedaba prisionero en la cárcel de la gratitud.

Mi lealtad política

En mi observación de todo este suceso, veía yo claramente, que la actuación del partido conservador en el desenvolvimiento de la política local iba sufriendo una rectificación,  una modificación en lo que era sistemáticamente su antigua obligación de disciplina; porque esa disciplina de partido, aplicada contra D. José Luis de Torres, cerrando los ojos á su grandiosa obra de salvación á los intereses del pueblo de La Línea, que han estado comprometidos durante cuarenta años y en trance de perecer, había de determinar un estado de opinión contrario á semejantes determinaciones; había de llegar á causar un malestar entre mis mismos amigos políticos, y al fin y á la postre, se irían separando de mí aquellos mismos que forman las huestes conservadoras, y todo el pueblo de La Línea vituperaria mi hostilidad contra el salvador de sus intereses y contra el protector de su vida.

Pesado todo esto en mi conciencia, en una reflexión serena, y sometido al contraste de la opinión del Comité del partido conservador y de diversas personalidades de la localidad, de gran mérito y cultura, que me honran con su confianza y amistad, abracé decididamente la resolución que se imponía á mi deber, ante la proximidad de una elecciones generales.

Notificación á mi Jefe

No podía yo de ninguna manera, por propia dignidad de mi deber, por mi propio honor, reservar cautelosamente esta decisión y practicarla en en el momento de ser convocadas las elecciones de diputados á Cortes. Eso nunca.
Consecuente con esta determinación, escribí al Jefe del partido conservador en Cádiz, mi excelente amigo Don Luis José Gómez Aramburu, exponiéndole detalladamente el caso de La Línea y la imposibilidad en que se encontraba el partido conservador de afrontar una lucha contra D. José Luis de Torres, que en este caso dejaría de ser la lucha de un partido contra otro, para convertirse en la lucha del partido conservador contra todo el pueblo de La Línea.
Me contestó el Sr. Gómez Aramburu, con su cortesía habitual y con su amabilidad de siempre, invocando los deberes de la disciplina y las obligaciones que se determinaban de mi jefatura local.

Le volví á escribir acentuando mis indicacienes y puntualizando el estado de la opinión pública, decididamente favorable á D. José Luis de Torres, y el Sr. Aramburu, tuvo la atención que yo le estimé en el alma y que yo le agradeceré siempre, de llamarme á una entrevista en la capital de la provincia.

Resultado de esta conferencia

Sostuve yo ante el jefe cuanto le había expuesto en mis cartas. Le dije la verdad, toda la verdad. Le dije que La Línea, abandonada del Gobierno, amenazada siempre y siempre olvidada, había entrado en un período de alegrías que alcanzaba á la totalidad del vecindario. Le dije, que si las carreteras y las vías de comunicación, abaratando los transportes y multiplicándo la vida, habían satisfecho al comercio en general, brindándole un porvenir y una expansión de que careció siempre, determinando las simpatías para el Sr. Torres, y las sumas de voluntades de los beneficiados, que eran en un número extraordinario, se multiplicaba esta cifra con la adhesión de los propietarios de fincas urbanas que veían la estabilidad de sus bienes asegurados de toda contigencia y de toda oscilación de perjuicios, estando ya como estábamos, incorporados á la Nación.

Le dije más, le dije que la clase obrera tan numerosa aqui y el crecidísimo contingente de operarios, de diversas artes que tienen ocupación en Gibraltar y los de oficinas ó de servicios domésticos, igualmente con ocupación ó empleo en la plaza inglesa, habían quedado muy agradecidos y muy obligados para con D. José Luis de Torres; porque ampliadas por gestiones del Diputado las horas de salida de aquélla fortaleza hasta las diez de la noche, conseguían los beneficios de poder regresar á sus hogares en La Línea, salvando los gastos que al pernoctar en Gibraltar les originaba la antigua restricción; y á los obreros, porque les facilita aumentar sus jornales en horas extraordinarias de trabajo, determinado casi á diario en los arsenales militares de Gibraltar, por la premura y urgencia de las reparaciones en las naves de guerra. 

Tal fue mi exposición al Sr. Gómez Aramburu, y mis razones para entender que al partido conservador con toda su lealtad política de toda la vida, le estaba vedado ahora oponerse á la candidatura de D. José Luis de Torres; candidatura popular, que no cabía contrarrestar con ninguna otra, porque el caso de La Linea era un caso perdido y la obra del Sr. Torres, era obra única, exclusiva de salvación de tantos intereses, jamás defendidos por ningún Diputado; y que por todo esto, el partido conservador tendría que luchar, no con otro partido político más ó menos numeroso, sino contra todas las voluntades de la población manifiestamente pronunciadas en favor del Sr. Torres por una cadena de gratitudes.

El Sr. Gómez Aramburu, con su exquisita educación, me escuchó atentamente, pero insistió en los deberes de partido, en los deberes de la disciplina política, que imponían apoyar decididamente al candidato conservador.

En esta diversidad de opiniones, sintiendo yo en el alma cualquier mortificación para el Sr. Gómez Aramburu, decidí hacerle entrega de la Real Orden nombrando alcalde de La Línea, que me había remitido desde Madrid para mi hermano D. José Cayetano Ramírez Galuzo; porque asi las cosas, yo no debía retener, de la misma manera que no había hecho uso, un nombramiento que llevaba la responsabilidad del cumplimiento de obligaciones que eran contrapuestas á mi decisión irrevocable.

También le hice entrega de mi acta de Diputado provincial y de la renuncia de mi jefatura local del partido conservador para dejar libre sus resoluciones en este caso. Pero el Sr. Gómez Aramburu, entendiendo sin duda en los adentros de su alma, que aquello que sucedía no era una defección, ni un abandono de deberes; entendiendo que yo era y sería siempre conservador y que sólo estábamos en presencia de un suceso extraordinario y de un caso de fuerza mayor, recogió solamente la Real orden de Alcalde de que dejo hecha expresión anteriormente negándose á admitir las demás dimisiones que le ofrecia.

Mi conducta ante la opinión

Yo tenía grande anhelo en hacer publica mi decisión; en someterme al fallo de mi pueblo.

Yo creo que he obrado en justicia, que he cumplido con mi deber como político y como linense. Yo creo que el Jefe provincial del partido conservador se habrá hecho exacto cargo del enorme conflicto en que me encontraba ante un pueblo entero, y que aun doliéndose como jefe de la política provincial, de mi resolusión y de mi propósito, me habrá hecho en el fondo de su conciencia la justicia debida; pero si no ha sido así, yo debo creer que el Sr Aramburu no se ha podido dar cuenta exacta de la magnitud del caso, por falta de expresión en mi, al exponerlo á la consideración de su recto juicio.

De todos modos, mi conciencia me absuelve de toda sanción y me alienta el espiritu de recordar que el partido conservador fué siempre respetuoso con las decisiones de la opinión pública. En este caso, la opinión se ha  manifestado tan ostensiblemente, que me ha hecho entender que no debia, que no podía vencerla ni avasallarla y me he detenido ante la soberana opinión de todos.

Mi fidelidad de cuarenta años de político sincero, militando siempre en el partido conservador desde los tiempos de Cánovas, sin haber conocido otra política, me pone á cubierto de toda sospecha, doblemente con sólo recordar que desde mi casa y fuera del poder, sin auxilio oficial, he dado pruebas de mi adhesión política, sacando triunfante á los candidatos de mi partido.

El caso de La Línea, de los sufrimientos de La Línea, ha sido un caso único y aparte y no puede extrañarse la gratitud del pueblo al Diputado que lo salvó.
El partido conservador no podia atropellar la voluntad de un pueblo.

Ahora las autoridades de mi partido y la opinión juzgarán.


                                                                    Línea 26 de Diciembre de 1913.

                                                                                  Luís Ramírez

  

 


 

 

                                                                    Luis Javier Traverso Vázquez                                                                        http://www.lalineaenblancoynegro.com/













Documento perteneciente al Archivo Municipal de La Línea de la Concepción.